viernes, 30 de septiembre de 2016

RESEÑA: 'LA CARNE', ROSA MONTERO



¡Hola, lectores!

Podéis reservar ya tres horas de vuestro tiempo para devorar de una sentada 'La carne', la última novela de Rosa Montero. Son poco más de 230 páginas, letra grande, ese olor perfecto de los libros de Alfaguara. Reservad una tarde o una madrugada sin prisas porque no podréis despegar la mirada del papel. Bueno, tal vez sí. Tal vez, de tanto en tanto, vuestros ojos busquen por la habitación algún espejo, alguna superficie en la que hallaréis vuestro reflejo para comprobar cómo el tiempo también se ha cebado con vosotros, con vuestra carne.

Porque de esto, en parte, habla este libro: del paso del tiempo, de la vejez inesperada, de cómo la vida avanza sin que muchas veces nos demos cuenta y, al descubrirlo, tal vez ya sea demasiado tarde, sin un último cartucho para la oportunidad final. Pero también esta esa una novela que habla de los mecanismos para combatirlo, de las ortopedias vitales de las que nos dotamos para disimular que envejecemos.

El argumento es este: Soledad Alegría (el nombre ya define al personaje) es una experta en Arte, comisaria de exposiciones, que prepara una muestra sobre escritores malditos. Tiene 60 años y decide alquilar los servicios de un gigoló para acudir a una ópera con él y provocar, de este modo, los celos de su ex, quien también tiene previsto acudir a la representación. Este es el punto de partida de una historia que podría derivar en telefilme de sobremesa (Soledad se encapricha del gigoló, él se aprovecha de la situación, repetirán sucesivos encuentros y hay un  halo de misterio en torno a las intenciones de Adam, el prostituto). Ambos personajes tienen más en común de lo que creen, pese a los 28 años que les separan: viven bajo la sombra de unos hermanos gemelos que pesa sobre su conciencia, fueron abandonados al nacer, necesitan cariño (más ser amados que amar).

Pero la maestría de Montero permite que la historia lineal trascienda. Hay aquí, de nuevo, algunas de las obsesiones que la escritora muestra en otros libros (como los gemelos, las amputaciones, Blade Runner, la escritura como salvación, los límites entre ficción y realidad, la locura salvadora de la escritura, la potencia de la imaginación). Hay referencias a la realidad (la crisis del periodismo encarnada en su vecina, la casta social de una clase "que comienza en el parvulario y acaba en los consejos de administración"). Pero, sobre todo, hay una idea potente que enlaza las dos líneas de la novela. ¿Y si, como los escritores de la exposición, todos somos malditos? ¿Y si hay algo en nuestras vidas -un cráter, lo llama- que nos marca y determina?

Todos estos planteamientos explotan entre las páginas 185 y 189, donde se exhibe el meollo de la novela, donde se evidencia la descomposición de la carne, de esta materia que habitamos y nos habita y que tiene fecha de caducidad. Envejecemos sin remedio. Pero hay dos formas de sobrevivir. Una es la escritura (la imaginación, la fantasía). Otra es el amor (carnal y fraternal). Dos formas de trascender que pueden convertirnos en malditos, según cómo lo gestionemos, según el camino que elijamos en nuestra vida: si vamos a dejar que ese cráter nos engulla o si vamos a buscar nuevos puntos sobre los que gestionar nuestra existencia.

Montero trufa la historia de Soledad y Adam con ingredientes de suspense (esos capítulos en cursiva sobre el seguimiento al gigoló que son vitales para el desarrollo del libro) e historias de escritores malditos que emparentan, en parte, este libro, con otro maravilloso artefacto de la autora: 'La loca de la casa'. 'La carne' es un libro entretenido, que puede leerse como una apasionada historia ¿de amor? entre una mujer madura y su joven amante (de pago), pero que también permite un paseo más profundo sobre temas como la vejez, la soledad (deseada o indeseada), el paso del tiempo y los mecanismos de los que nos dotamos para detenerlo.


LO VAS A LEER SEGURO por su prosa directa, por el creciente interés sobre cómo gestionarán Adam y Soledad la relación y el enorme deseo de pasar páginas para saber dónde desemboca la historia. Y por la relación que la autora establece con otras novelas (Muerte en Venecia) o ese pasaje en el que ella, Rosa Montero, se cuela en la trama.
LO VAS A LEER AUNQUE desearas un final menos complaciente para los protagonistas.
LOS VAS A LEER PORQUE DE ESTE LIBRO HAN DICHO
"La carne es una novela sobre el amor. Sobre el amor que se da y que se necesita recibir. Rosa Montero ha escrito una novela sobre gente herida por el pánico a la soledad y a no ser nunca amada". EL PAÍS
"La novela funciona desde las primeras páginas, y es mucho más de lo que podemos encontrar en la sinopsis pero que, por expreso derecho de la autora, no voy a extenderme en explicar. Porque ella lo dice en los agradecimientos; dejad que descubran la novela". ENTRE MONTONES DE LIBROS
"Soledad Alegre es una mujer muy considerada profesionalmente y de hecho demostrará que la edad es una imposición que nos envejece más interiormente a causa de nuestras obsesiones que lo que realmente proyectamos al exterior".  ABRIR UN LIBRO


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Por cierto, ¿me echáis una mano?
¿Recordáis alguna novela que hable también sobre el envejecimiento?

jueves, 29 de septiembre de 2016

RESEÑA. 'ME LLAMO LUCY BARTON', ELIZABETH STROUT



'Hola, lectores!

"Me gustan los escritores que intenta contar algo verdadero", le hace decir Elizabeth Strout a su personaje, Lucy Barton, en esta novela llena de relámpagos, de fogonazos de vida, de pequeños,  pequeñísimos capítulos en los que la protagonista  (narradora desde un presente que es futuro) repasa la historia de su vida, con un episodio central en esos cinco días en los que su madre (con la que llevaba años  sin  hablar) acudió a visitarla al hospital, convaleciente ella por las complicaciones derivadas de una operación de apendicitis.

Escritores que intentan contar algo verdadero. De eso trata 'Me llamo Lucy Barton', publicado por Duomo, un libro en el que se acarician los grandes asuntos de la literatura (la nostalgia, la soledad, el paraíso infernal de la infancia, el paso del tiempo) esbozados a través de una trama mínima: esos cinco días que madre e hija comparten en el hospital y los recuerdos que ese encuentro suscita.

Recuperan así una relación curiosa. Nunca se han dicho te quiero, jamás hubo manifestaciones directas de afecto entre ambas. Y eso es algo que se aprecia en ese encuentro hospitalario. La madre nunca hablará de ella, de lo que piensa o le sucede, sino que se escuda en las historias de los demás (de vecinos, de conocidos, de los famosos de las revistas) para contar lo que en verdad le ocurre a ella. Lucy descubrirá esa necesidad de afectos que intentará luego recuperar en las relaciones con sus hijas.

Miraban las dos, madre e hija, esos días por la ventana, y allí al fondo veían el edificio Chrysler, rascacielos que emerge en la noche de Nueva York como farallón en un océano de sombras, "un faro de las mayores y mejores esperanzas de la humanidad y sus aspiraciones y deseos de belleza". Un edificio que deviene de escenario a improvisado protagonista secundario, imagen recurrente de la relación entre madre e hija, fondo inalcanzable (el rascacielos nunca consigue alcanzar el firmamento) que cobrará sentido en los últimos compases del libro, en la página 167, cuando madre e hija parecen despedirse para siempre.

El Chrysler, además, como contraposición a esa árbol solitario que se erguía entre los trigales de la infancia de Lucy, símbolo de una soledad que la protagonista viviría en sus escapadas al colegio para disfrutar de una calefacción que no podía encender en el garaje en el que vivía con su familia. El Chrysler, como símbolo del Nueva York conseguido, del viaje desde la América profunda hasta la gran ciudad. Del lugar que Lucy ha conseguido alcanzar en su mundo y que su madre, con una simple postal ("yo tampoco lo olvidaré nunca") reconoce. Es su forma de decir te quiero. La admiración materna por el Chrysler como declaración de amor a su hija. Aunque sea de forma indirecta, sin palabras, en un mundo de silencios que el libro reproduce también (con esos grandes blancos de imprenta entre los capítulos).

Así se articula esta novela, a través de recuerdos, de episodios vitales que se narran en torno a la cama de un hospital y que Lucy rememora una vez pasado el tiempo, cuando ya se ha convertido en escritora y aprende que, en realidad, todos tenemos una única historia que tratamos de contrar de diferentes maneras, con distintos disfraces. La suya tal vez sea la relación que mantenemos con los padres, como somos hijos durante toda nuestra vida, incluso cuando perdemos a quienes nos la dieron (p. 183). Y cómo nos separamos de quienes queremos. Cómo los pequeños detalles pueden abrir abismos entre personas.

'Me llamo Lucy Barton' es un libro cortito (208 páginas), de trama difusa, como un mosaico de imágenes que configuran la personalidad de los personajes. No hay un argumento fluido, un río que discurra de forma clara a través de las páginas, sino que la historia se construye como un caleidoscopio, como quien mira un álbum de fotos y rehace su vida. "No necesito tener una trama, porque así al final siempre emerge”, ha dicho la escritora en una entrevista en El País.

Y el lector aprecia en sus páginas el cariño velado de madre e hija, la insatisfacción de los personajes, la soledad en las historias, el amor incondicional por la familia.

La autora del libro es Elizabeth Strout (Flora Casas la traductora), ganadora del premio Pulitzer por Olive Kitteridge.


LO VAS A LEER SEGURO si te gustan las historias mínimas, llenas de emotivos detalles llenos de simbolismo con los que reconsturir la historia de una madre y su hija, de una hija y sus familias (la paterna, la que construyó con su pareja).
LO VAS A LEER AUNQUE no tenga un argumento claro. Hay lectores que prefieren libros con una estructura más lineal y definida: planteamiento-nudo-desenlace. Lectores que se encuentran cómodos en libros que cuenten muchas cosas de forma muy clara. Aquí se cuenta también mucho, pero de forma más velada. Hay que dejarse llevar por las diferentes escenas para disfrutar de la honda emoción del libro.
LO VAS LEER PORQUE DE ESTE LIBRO HAN DICHO
Hay un pudor del que se va deshaciendo Lucy hasta llevar al lector al tuétano contra el que choca la vida. Porque es eso, la vida, lo que la narradora ensambla en estas páginas que rozan la ingenuidad de la experiencia de ir haciéndose fuerte en el camino. La buena vida web
No es cursi, no es sentimental, no es lacrimógena, no es efectista, no es predecible. Por todo eso hay que leer 'Me llamo Lucy Barton'. Rodrigo Fresán, ABC
"Hay algo que tengo por seguro resultará cercano a los lectores que tengan viejos parientes de pueblo: esa sensación de que rehúyen preguntar por detalles de nuestra nueva vida sin ellos, un desinterés que suele ocultar aprensión o pudor, pero que nos desconcierta". Elvira Lindo, El País

Elizabeth Strout. Me llamo Lucy Barton. Traducción de Flora Casas. Editorial Duomo, 2016. 224 páginas. 16,80 €.PARA COMPRARLO
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A ver si me podéis echar mano, ¿recordáis algún libro que narre relaciones de amor y cariño y entre madres e hijas?

lunes, 26 de septiembre de 2016

RESEÑA. LA SONATA DEL SILENCIO. PALOMA SÁNCHEZ-GARNICA



¡Hola, lectores!

A veces uno lee a través de los ojos de otra persona. Bucea en las novelas con la botella de oxígeno que alguien le prestó. Se zambulle en historias que recorre para otros. Lee para recomendar,  en busca de libros que regalar, a la caza de personajes, de argumentos y desenlaces que seguro enamorarán a un ser querido.

Yo leo (también leo) para mi madre.

Muchas (la mayoría) son lecturas propias, libros que caen en mis manos y mis ojos por puro placer personal. Pero hay una esquinita de mi alma lectora que se afana en inspeccionar librerías y repasar anaqueles a la búsqueda de novelas que puedan gustar a mi madre.  Primero las leo yo, las devoro para saber si hay en ellas algo que seguro llegará a engancharla, y luego,  se las paso. Mira, mamá, esta seguro que te gusta.

Y es así como por su sillón de lectura ha pasado 'El tiempo entre costuras', pero no 'Misión olvido' (María  Dueñas). Como le animé a viajar con 'Palmeras en la nieve', pero le ahorré la aburridísima 'Regreso a tu piel' (Luz Gabás). Como le recomendé esa maravilla que es 'La buena reputación' (Ignacio Martínez de Pisón), cómo le invité a bailar 'El tango de la guardia vieja' (Pérez-Reverte) a llorar con 'El coraje de Miss Redfield' (Ana R. Añil) o a disfrutar con toda Almudena Grandes. Me gusta leer para mi madre, pasarle libros que creo (como la conozco, estoy seguro) que le van a gustar.
El último, 'La sonata del silencio'.

Es verdad que la serie de TVE ha ayudado. Un empujón para que la larga novela de Paloma Sánchez-Garnica (es de hace un par de años) vuelva a los escaparates, respaldada por esa adaptación televisiva que no resulta tan extraña pues hay en este libro algo de serial catódico, un espíritu 'Acacias' que recorre las páginas de este folletín que bebe de las grandes fuentes del género.  Amores, celos, traiciones, matrimonios indeseados y amantes imposibles. Llevado además hasta unos límites que ofrecen escenas tremendas, dolorosas, de malos tratos y violaciones que en ocasiones se soslayan (con miedo pacato) del relato. Y aquí no.

Sánchez-Garnica cuenta la historia de un edificio del Madrid de los primeros años de la posguerra en el que viven dos familias (los Figueroa y los Montejano) que comparten mucho más que descansillo. Aunque Marta Ribas se presenta en la solapa como la gran protagonista del libro (es ella la que sirve de nexo de unión de todos los personajes), en realidad Sánchez-Garnica ha construido  un fresco en el que todo aquel que aparece por las páginas tiene vida propia, hasta el secundario en apariencia más insignificante (pongamos, Donato, el portero de la finca que aterriza mediado el libro) tiene una personalidad definida, algo poco habitual en libros de este tipo, donde el argumento se abre paso con mucho diálogo y párrafos de frases cortas, descripciones someras y líneas con un objetivo claro: que avance la acción. Y eso,  después de sortear algunas palabras repetidas hasta la extenuación (como embebido) o de frases demasiado rimbombantes. Como "sociedad carcunda dirigida por una panda de rapavelas que se arrogaban el derecho a juzgar y sentenciar miserablemente la insoldable condición del corazón humano" (p. 522 y 523). O como "volvió al coche con una actitud hilarante, un paroxismo desbodante alejado de toda coherencia" (p. 296 y 297). 

La acción que juega además en muchas ocasiones con pequeños saltos temporales para coquetear con la sorpresa, enganchar al lector con un suceso inesperado que en las páginas siguientes se desentrañará, desvelando cómo se ha llegado hasta allí. Un ejemplo clarísimo de esta técnica (mil y una veces empleada en el libro) se encuentra en el capítulo 19, uno de los mejores del libro.
Destaca esta novela por las recreaciones del Madrid de la posguerra, tanto en la pobreza (económica y moral) como en las altas esferas y los bajos fondos, las cafeterías de moda y la opresión religiosa. Y todo ello, desde una marcada mirada feminista que censura y critica la opresión que durante años sufrieron las mujeres en este país. Quizá sea ese el silencio al que se refiere el título. La sonata del silencio hace referencia a esa melodía que tuvieron que interpretar durante años las mujeres, obligadas a callar, a permanecer instaladas bajo el yugo de sus padres, de sus maridos, de una sociedad que las impedía decidir por si mismas. Hay un pasaje demoledor, en torno a la página 790, en el que la conversación de cuatro personajes masculinos (a cual más lamentable) muestra esta radiografía machista de la España de los años 40 en la que, a la postre, parece que la única solución era la huida.

El silencio de esta sonata es el que durante años sufrieron tantas mujeres. Y la música se presenta como el puente hacia la libertad. Primero, representado en un símbolo: el piano de Marta. Pudo tocarlo con sin cortapisas durante su ilustrada juventud y tuvo que abandonarlo cuando la pobreza llamó a su puerta, la vida se torció y se vio obligada a desterrar sus sueños. El piano quedó enterrado en la casa de Virtudes, mujer machista (porque las hay) que veía ese piano como un trasto que solo hacía que molestar y coger polvo. El piano, la libertad, como pieza molesta para Virtudes, como anhelo vital para Marta. Cuando Marta conoce a la señora Moretti, cuando un hilo de libertad se cuela en su vida (la mujer le ofrece un trabajo como asistente personal, muy bien pagado), Marta vuelve, por primera vez en años , a ver el piano (p. 299) y lo acaricia como si con ese gesto quisiera recuperar su vida anterior, como si quisiera conseguirlo gracias a la mediación del trabajo de Roberta Moretti.
Será la música (frente al silencio) la que reviva a Elena (la hija de Marta) a través del virtuosismo de un violinista. Será la música (frente al silencio) la que ilusione a Marta con su profesor de piano. La música como salvavidas. El poder de interpretar una melodía (tener una voz propia), el poder incluso de llevar a componer la partitura de una vida propia.

Ahí radica, creo, la potencia de un libro que encuentra momentos explosivos (como esa fiesta desgraciada con la que Basilio condena a Marta) y que, como toda larga novela, no puede evitar algunos baches, sobre todo al final del libro, tal vez excesivamente alargado.

Con todo, creo que he encontrado una nueva novela para que mi madre disfrute durante una larga temporada. Sé que le va a encantar, que va a sufrir con Elena, que va a maldecir a Mauricio, que va a pasar las páginas con ganas de saber qué pasará en el próximo párrafo.


LO VAS A LEER SEGURO si buscas un folletín con todas las de la ley y las normas básicas del género, con la mirada centrada en la acción y que la historia avance.
LO VAS A LEER AUNQUE hayas visto la serie de televisión. O precisamente por eso. Tal vez la serie te anime a leer el libro, que profundiza más en las motivaciones de los personajes.
LO VAS A LEER PORQUE
"Un gran acierto de la autora es la fidelidad con la que se refleja el alma carcomida de una España rancia en la que las leyes de hombres y para hombres, los dimes y diretes, las apariencias y las vidas programadas ahogan la existencia de aquellos y sobre todo aquellas que aspiran a decidir sobre su propia vida". Historia de un caracol.
"Cuando crees saber quienes son los principales, de repente la historia del secundario toma tal protagonismo y es tan importante en el desarrollo de la novela, que no puedes dejarlo en secundario". Senderosiberos
"La narración de la historia corre a cargo de una voz en tercera persona omnisciente que tiene pleno conocimiento tanto de lo que sucede en la historia como de sus propios personajes". Adivina quién lee
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martes, 20 de septiembre de 2016

DONDE LOS ESCORPIONES: LORENZO SILVA



¡Hola, lectores!

No acostumbro a meter libros en la maleta cuando el destino está a la vuelta de la esquina, en cualquier rincón de este país en el que las librerías no son bares y en ocasiones cuesta encontrarlas. Pero ese también es parte del encanto: perderse por callejuelas, brujulear por barrios y cascos históricos, buscar en los chaflanes de los edificios y en las retaguardias de los monumentos. Inspeccionar la ciudad con gafas de lector para hallar algún puesto con libros. Y allí, escoger una lectura inesperada.

Hay combinaciones gozosas. Como Rosa Montero en Madrid, Rafael Chirbes en Alicante, un Muñoz Molina en Jaén. Pero a veces no hay tanta suerte. Acabo de volver de una costa con apartamentos, una playa con heladerías, una orgía de olas y menús del día. Y tan solo un quiosco. Con el Pronto, el Marca, una máquina para la primitiva y una estantería de aluminio con un puñadito de libros. No había mucho donde elegir. Demasiada novela romántica, mil y una sombras de Grey (todavía) y algunos títulos ya leídos. ¿Qué hacemos ahora?, pensé. ¿Debería agenciarme (de una vez por todas) ese libro electrónico al que de momento me resisto? Y entonces lo vi: 'Donde los escorpiones', Lorenzo Silva. Puede valer.

Me he echado a los ojos varios libros de Silva y siempre me ha gustado su estilo sencillo, directo, sin sonajeros en la prosa. Pero nunca hasta ahora había leído nada de Bevilacqua y Chamorro, su pareja de guardias civiles. Así que compré el libro con la incertidumbre de coger un camino a la mitad, de empezar a andar por un sendero que había comenzado mucho antes y que tal vez no disfrutaría del todo por falta de pistas previas. A cambio, era un volumen manejable, perfecto para dominarlo en la tumbona frente al mar.

Y así, en una playa, tostándome de calor, entre arenas y sombrillas, es como he ingresado en la cuadrilla de Bevilacqua y Chamorro. Y creo que me han ganado.

Los temores iniciales fueron infundados. 'Donde los escorpiones' puede leerse sin necesidad de haber catado alguno de los títulos anteriores de la serie. Imagino que los habitualles habrán paladeado con gusto algunas de las referencias (como ese zasca de Chamorro a uno de los investigados en la página 204), pero la novela tiene entidad propia.

Cuenta la misión que Bevilacqua y Chamorro tienen que desempeñar en la base española de Herat, en Afganistán, donde han hallado el cadáver de un militar español degollado por una hoz que los locales utilizan para cortar la amapola de la que se extrae el opio. La investigación les cruzará con soldados españoles y de otras nacionalidades, les pondrá en contacto con afganos que trabajan en la base española, con contratistas ingleses, con traductores. Y todo ese entramado (en sucesivas entrevistas con los sospechosos) le sirve a Silva para trazar un mosaico (casi periodístico) sobre la vida cotidiana de los militares destinados en zonas de guerra. Se percibe como minuciosa la labor previa de investigación sobre las diferentes aristas que dibuja una misión de este tipo... y el propio autor lo consigna al final del libro, en el epílogo de agradecimientos. Con todo, tal vez toda esa prolija información acartone un poco el desarrollo de la novela, cuya estructura parece responder a capítulos con un claro enfoque: aquí explico cómo es la base, cómo los dormitorios, cómo las cocinas, cómo el día a día, cómo se comunican con las familias...

Porque Silva no se olvida de esa vertiente personal de sus personajes, mucho más profunda en Bevilacqua que en Chamorro, en un rol muy secundario en este libro (imagino que en el resto de la serie tendrá un papel más destacado). Pero Vila sí que es un personaje potente, muy bien definido, con los posos que sin duda otorgan los años que se van sumando novela a novela.

Creo además que esa ardua labor de investigación, esos agradecimientos finales a la colaboración del ejercito lastran el desenlace de la novela. Atención, posible spoiler. Aunque Silva dosifica muy bien el misterio y reparte con maestría las piezas (el final del capítulo 19 y el principio del 20 te mantienen en vilo), parece clara la voluntad que tenía el autor de no manchar el nombre de las tropas españolas con un culpable directo. Y tiene su maldad que uno de los sospechosos se llame, precisamente, Montoro.

El título 'Donde los escorpiones' remite al nombre que recibe el lugar en el que se asienta la base, donde no es extraña la presencia de estos bichos. Pero los escorpiones son algo más. Hacen referencia a ese "lado oscuro que hay al otro lado de las pupilas" (p. 339), al lado aguijonazo cruel que todos tenemos preparado. "Todos somos culpables, porque todos existimos y actuamos sin saber, y siempre nos acabamos llevando por delante algo, o alguien (...) Mi duda es si [víctimas y verdugos] habían perdido ya la capacidad de querer y entender a los demás como quiere y entiende al prójimo alguien normal" (p. 342).

LO VAS A LEER SEGURO si buscas una novela entretenida, un cluedo con una enorme labor de investigación sobre el trabajo que desempeña el Ejército español en zonas de conflicto.
LO VAS A LEER AUNQUE no seas seguidor habitual de la serie de Bevilacqua y Chamorro.
LO VAS A LEER PORQUE
"Su investigador y narrador en primera persona no teme demorarse despidiéndose de la familia y cavilando sobre cuestiones morales y geopolíticas". El País
"El lector descubrirá el respeto del autor por el rigor a la hora de documentarse, y también el que le profesa a la Guardia Civil y su labor, en un género que parece estar plagado de policías". El placer de la lectura
"La intriga que va creando la historia se hace patente a lo largo de las páginas y me ha sorprendido que hasta casi el final de todo se soluciona todo el nudo de la novela de una manera solvente  y que no me esperaba". El lector que llevas dentro


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Por cierto, ¿me echáis una mano?
¿Por qué libro de la serie de Vila y Chamorro sigo? ¿Cuál es el que más os ha gustado?